Álvaro Pablo Ortiz: Una vida, seis autores.

Profesor Álvaro Pablo Ortiz en sus primeros días como docente.

Antes de darle la palabra a la voz del protagonista, o mejor, a su pluma, queremos desde la revista Antimateria presentarlo brevemente. Hablar de él es un reto, más si tuviéramos la intención, imposible, de abarcar toda su vida académica. Lo cierto, es que, si bien su nombre no le diga mucho al lector promedio, su vida y obra ha estado dedicada a la investigación de hechos y sujetos que marcaron la historia de Colombia, yendo por momentos más allá de lo visible, humanizando a sus protagonistas, volviéndolos seres capaces de equivocaciones, de malas decisiones, sentimentales, arrogantes, y también capaces de bondades, y por qué no, de pasiones significativas. Esto último podríamos decir que es una cosa fundamental, ya que nos ayuda a derrocar los antiguos pedestales de héroes y villanos, en los que nos hemos movido al momento de conocer el pasado. Sus libros, editados por la editorial del Rosario, y por otras como Ariel, son al menos de un interés considerable para historiadores, pero no es Álvaro Pablo Ortiz un ser humano inaccesible, sino un hombre que atrapa con su prosa. Un hombre que, sin perder rigor, es capaz de volver los hechos (para muchos aburridos,) una obra poética llena de ritmo y fácil lectura. Leerlo no solo es confrontar el pasado, es dejarse envolver por una época, por un contexto, y por la condición humana inexorable a todos.

      Sus estudiantes, que lo han visto pasar por distintas universidades de la capital, pueden dar cuenta de su pasión que le ha dado el carácter necesario para cumplirles aun a pesar de la adversidad. No es un profesor que considere que su labor acaba en las aulas de clase, sino que es capaz de sentarse en otros espacios con sus estudiantes para compartir sus conocimientos sobre literatura, arte, música, y sobre los devenires propios de la vida universitaria. En su lugar habitual, la plazoleta del rosario o los cafés aledaños, se le ha podido ver a través del tiempo rodeado de jóvenes que esperan una conversación profunda. Esa pasión también se desborda en sus interés literarios, en su afán por devorar libros, por conocer los mundos que estos aguardan. Le hemos pedido, teniendo presente este afán, que nos permita conocerlo a través de sus lecturas. De los libros y autores que lo han marcado profundamente a través de su vida, a manera de una entrevista literaria.

A.P.O:

No me resulta sencillo mencionar los seis libros que más me han marcado. Aprendí a leer desde los cuatro años y desde entonces no he cesado de hacerlo. Mi biblioteca personal consta más de 6.000 volúmenes. A la pregunta imbécil, que por fortuna no se me hizo, de si los he leído en su totalidad, no pienso responder, justamente porque la pregunta es imbécil. De esa, mi biblioteca, la historia de España ocupa un amplio lugar, quizás porque la mitad de mi sangre es Ibérica. Las biografías, las autobiografías, la poesía y la historia universal ocupan el resto de las estanterías.  Lo único que   no tiene, ni tendrá jamás cabida, son los manuales de autoayuda. Tampoco mi carta astral, aunque le conceda a la astrología una parcial importancia. Detesto a muerte la figura del raton de biblioteca. Desde niño me negué con todas mis fuerzas, y no sin insolencia, a contemplar el mundo a través de una vitrina. Pienso que luego de cumplir con la lectura hay que darle paso a una etapa, o mejor a un destino creativo.  Todo lo dicho anteriormente puede sonar a pedantería, pero es la pura verdad. Es fe de que cada día lucho tenazmente para domesticar el ego, que no para abolirlo como predican nuestros budistas criollos. Me quedo mil y mil veces con el libro del Génesis, Cioran me daría la razón. Creo que aparte de los textos enriquecedores, la música y el sentido del humor salvan. Me han salvado siempre.

Mis seis autores:

  1. Giovanni Papini, con su autobiografía: “Hombre acabado”. De esa maravillosa obra, destaco entre otras frases certeras “Yo siempre he preferido el martirio a la imbecilidad.”
  • La historia de San Michel” salida de la pluma del médico sueco Axel Munthe. Su culto a la soledad, que no es lo mismo que rendirle culto a la desolación, sumado por su profundo amor por los animales, me ha hecho releerlo varias veces.
  • Toda la obra de Herman Hesse, incluido por su puesto “El lobo estepario.” Su definición sobre el arte la tomé hace mucho tiempo como propia: “Arte es contemplar el mundo en estado de gracia.”
  • Toda la obra de Ernesto Sábato, que, en la síntesis más apretada, es una denuncia frontal no solo a los autoritarismos de extrema izquierda y de extrema derecha, sino contra los tecnócratas, cuyo máximo placer es borrar de la faz de la tierra todo lo que trascienda a humanismo, léase académicamente humanidades. Sé perfectamente de lo que hablo porque lo he vivido en carne propia.
  • Los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio de Loyola, donde el aspirante a jesuita debe entre otros duros retos, permanecer en absoluto silencio durante tres meses. Sobra decir que esa prueba sería difícil para el 90% de los colombianos. Pero hay más: con su testimonio de vida este vasco universal demuestra que nadie puede aspirar a ser un gran santo si previamente no ha sido un gran pecador.
  • Alejandra Pizarnik. “Diarios”. Los diarios de esta insigne poeta judía nacida en Buenos Aires muestran desde la primera hasta la ultima de mil páginas, a un ser atormentado al que su tiempo no quiso ni supo comprender, pesé a que tuvo regular correspondencia con los grandes de las convulsionadas décadas de los sesentas y setentas: Octavio Paz, Julio Cortázar, Jorge Gaitán Duran, Victoria Ocampo, Silvina Ocampo, Ana Becciu, Myriam Pizarnik de Nesis, y otros tantos. En sus diarios este ser desgarrado se desnudó completamente, proclamando así en casi todas las paginas que lo componen su desapego a la vida, su invitación al suicidio, que, en su caso, al fin logró consumarlo luego de ingerir 60 tabletas de Seconal. Tenía 37 años.

     La lectura de su obra completa, donde la poesía llega a cumbres no antes sospechadas, nos deja aterrados, estupefactos y entristecidos para siempre. Aunque tarde, la posteridad le ha hecho justicia. Su fugaz paso por la tierra lo vivió al filo de la navaja. Su canto o mejor su grito primal, es un anuncio de abismos inauditos solamente cercados, frágilmente, por el aroma de las lilas. Aquel que dijo que la inteligencia judía es trágica por excelencia no se equivocó, para la muestra ese ser desgarrado llamado Alejandra, nombre que para mí   adquiere la más profunda de las resonancias.

Foto tomada en el jardín de su casa
Foto tomada en su biblioteca.

Una respuesta a “Álvaro Pablo Ortiz: Una vida, seis autores.

  1. Excelente artículo y selección de obras.
    A primera vista, se nota lo ilustre que es esta eminencia de la literatura, me encantó que haya mencionado a Herman Hesse y su obra «El lobo estepario», lo leí en el último año de carrera, felicitaciones.

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